miércoles, 30 de enero de 2008

Últimamente todo cambia. Y tu debes estar en la metamorfosis de huevo a larva, o de larva a mariposa, quién sabe. Cada vez es más difícil coserlas, no aciertas a enhebrar el hilo, y explotan en el suelo justo antes de que comiences a dar puntadas. Caen por todo. No sabes si te estás volviendo hipersensible, o gilipollas... o loca quizá, yo que sé. Caen cuando ya no se ríen, y cuando lloran de risa. Te acuerdas de aquella canción y caen. Pones la tele y caen. Piensas en lo que pasó, y caen. La miras y caen. Sonríes y caen. Piensas en su vida, y caen. En la de aquel otro, y caen. Caen con los nudos de estómago, con los de garganta, y con todos los demás nudos. Caen con algunos besos, y con algún abrazo. Caen por lo que tenéis. Caen por haberlos conocido. Caen por él, y por ella. Caen aunque no quieras. Caen cuando ríes. Te sientes estúpida porque ahora ya casi siempre caen, pero no importa, todo lo que te rodea está al dente y no importa.

Los sueños de Helena

Aquella noche hacían cola los sueños, queriendo ser soñados, pero Helena no podía soñarlos a todos, no había manera.

Uno de los sueños, desconocido, se recomendaba:
- Suéñeme, que le conviene. Suéñeme, que le va a gustar.

Hacían la cola unos cuantos sueños nuevos, jamás soñados, pero Helena reconocía el sueño bobo, que siempre volvía, ese pesado, y a otros sueños cómicos o sombríos que eran viejos conocidos de sus noches de mucho volar.


Eduardo Galeano