viernes, 28 de septiembre de 2007
en un vago intento por aprender algo más que a hacer las cosas como no se hacen e intentar cultivarse un poco para alcanzar ese vocabulario que caracteriza a la gente que sabe hablar bien, cogió el libro que había empezado meses atrás "¿lo estás leyendo, o estás haciendo como javi?", recordó la conversación que había mantenido con su sí cultivado hermano cuando se dio cuenta de que aún llegaba en el capítulo 6. siempre había querido parecerse un poco a él, siempre le había gustado como se quedaba dormido, como los niñosjesús esos que tienen las abuelas en las mesillas de noche, le gustaba como cerraba los ojos cuando abrazaba, y le gustaba que fuera un chico culto. a ella tambien le gustaría que alguien la observara mientras dormía. le pedía libros que nunca terminaba, o que nunca empezaba, muchas noches se juraba que mañana empezaría a hacer deporte, a pintar más, y a leer esos libros prestados. comenzó el capítulo seis, y en algún momento cayó en una frase que hizo que siguiera leyendo pero pensando en otra cosa, para variar. esa teoría de la seleccion natural...cada vez se iba desarrollando más y más. se dio cuenta de que hubo un tiempo en el que tenía muchos amigos, bueno, mucha gente a la que querer pero poca a la que quería, y lo que es peor, poca que la quería. y eso no le daba ninguna pena, agradecía enormemente tener los amigos que tenía, pero más agradecía aún haberse desprendido( o deshecho) de determinadas personas. ahora sí que todos sus amigos le cabían en los dedos de las manos, y le sobraban dedos, no tenía que hacer uso de los dedos de los pies, como antes. siempre había tenido la mala costumbre de decir las cosas como le venía en gana, ella no decía, ella vomitaba. y vomitaba y vomitaba. pero nunca le había dado demasiada importancia, creía que se podía permitir el lujo porque sabía que en el fondo tenía buen corazón, o buenos amigos, mejor dicho. quizá le empezaba a dar verdadero asco llenar de sangre y de letras la cara de su contrincante en el momento de la explosión. la mancha de la sangre se quita fatal. aún recordaba la última vez. había crecido con la idea de que era un ser un poco despreciable. y quizá eso la hacía tener pocos amigos. tenía miedo de que la selección natural siguiera su curso y se quedara sola, de que llegara un día en el que de tanto vomitar, se vomitara así misma.
jueves, 27 de septiembre de 2007
Capítulo 7
Toco tu boca, con un dedo todo el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Rayuela, capítulo 7
Julio Cortázar
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
Rayuela, capítulo 7
Julio Cortázar
martes, 18 de septiembre de 2007
lunes, 10 de septiembre de 2007
Escucha salsa
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